
Impresionante belleza del Sendero
Muy buenas! Desde hoy cada lunes publicamos desde webs amigas como la de la Asociación Buxus o el Proyecto Respira Alhama y el Temple. Trataremos de acercaros propuestas y problemáticas locales de especial interés. Esperamos que os guste y lo compartáis! Hoy empezamos con un post sobre el río Cacín del Proyecto Respira Alhama y el Temple, de Cristóbal Hinojosa, que lo disfrutéis!
Cristóbal Hinojosa
Cristóbal Hinojosa. Pasarela sobre el Río Cacín
Impresionante belleza del Sendero
Muy buenas! Hoy es miércoles y como cada miércoles reposteamos desde la web de nuestro amigo y compañero Antonio Castillo, Paisajes del Agua. Hoy me siento especialmente emocionado con el texto que os voy a presentar y no sólo por hablar acerca del río Darro, emblema de Granada, sino de su majestuoso y envolvente paseo y de lo poco considerados que hemos sido muchas veces con él… ¿valoramos justamente lo que tenemos? !Espero que os guste y pasaros por su web!
Antonio Castillo
Camino de la fuente del Avellano, detalle de una litografía de Chapuy (1841 ca)
Desde la más remota antigüedad el hombre buscó el amparo de los ríos para vivir. El agua no era sólo la indispensable bebida, era también la comida en forma de los frutos, la caza y la pesca que se criaba en ella. Pero los ríos brindaban otros muchos bienes y servicios. Amortiguaban las temperaturas extremas. Labraban hoces y cañones en los que era fácil horadar cuevas donde vivir, protegerse de inclemencias y defenderse de enemigos y depredadores. Sus orillas eran usadas como kilométricos corredores de comunicación, mientras que mas tarde, con la llegada de la navegación, las vías del transporte y el comercio se desplazaron a los mismos cauces. Pero sería la agricultura, y la consecuente domesticación de las aguas, la que produjo la mayor revolución, con tierras aledañas transformadas en cultivos de regadío y multitud de acequias e ingenios que generaban fuerza motriz. El hombre se hizo sedentario y de esa forma se anclaron definitivamente las civilizaciones a las márgenes de los ríos.
Pero había otra potentísima fuerza, inmaterial e invisible, que abrazaba con lazos de acero los pueblos a sus ríos. Era el espíritu. Era la atracción atávica que ejercían dioses y divinidades, así como la fertilidad que simbolizaban las aguas fluyentes. Pero era también el bienestar y el placer que provocaba saber que el río estaba cerca, poder oírlo, pasear por sus orillas, empaparse de sus luces, colores y olores, y ver a cada paso la palpitante vida que brotaba junto a él. Y era también la atracción añadida que ejercía ese permanente trasmutar que tienen las corrientes de agua y sus reflejos, que hechizaban el subconsciente como las olas del mar o las llamas de las hogueras. Era, en definitiva, un atavismo interior hacia el agua (y el fuego), que aún perdura en lo más profundo de nuestra herencia genética.
Todo esto viene a cuento de nuestro querido río Darro y de recientes reportajes de prensa que han señalado (una vez más) el lamentable estado del camino de la fuente del Avellano (y de las tres fuentes asociadas a él), mancillado y sin salida. En un tiempo lejano, este río tuvo muchas de las funciones citadas. En época romana y, especialmente, musulmana el Darro mantenía una vigorosa conexión con la ciudad, que atravesaba en toda su traza urbana. Mientras, más arriba del Albayzín las orillas del río asistían al paso cotidiano de vecinos del Sacromonte, viajeros que iban hacia Levante, labradores, pastores, molineros, pescadores, bateadores de oro, gentes, en definitiva, de muy diferente condición. En época cristiana, entre 1510 y 1936, se embovedaría en diferentes fases el tramo urbano comprendido entre la confluencia con el Genil y Plaza Nueva, al tiempo que iban perdiéndose los usos tradicionales, los puentes y las veredas que remontaban el valle más allá de la ciudad. De esta forma, el uso lúdico del río de Granada por excelencia quedó constreñido entre Plaza Nueva y el puente del Rey Chico (o del Algibillo) a través de la Carrera del Darro y el Paseo de los Tristes. Apenas 700 metros que algunos viajeros ilustres definieron, con todo acierto, como la calle más romántica y bella del mundo, objetivo de miles de grabados, litografías, cuadros y fotografías antiguas. Un paseo fluvial que recorren millones de turistas y granadinos cada año, situado nada más y nada menos que entre la colina de la Alhambra en la margen izquierda, y el empinado y laberíntico barrio árabe del Albayzín en la derecha. Un tramo efectivamente bellísimo, pero injustamente corto, cerrado al paso a partir del puente del Rey Chico (o, si se quiere, de la fuente del Avellano, casi 800 metros más adelante).
Es verdad que llegados a ese punto se brindan alternativas de paseo fantásticas (cuesta de los Chinos o camino del Sacromonte, entre otras), pero es una auténtica pena que el camino natural ahí del río, el del Avellano, se halle en la práctica perdido para la ciudad, sin salida, y a expensas del abandono y el vandalismo. Y, ello es especialmente doloroso cuando ese camino de uso público se prolongaba no hace tanto tiempo río arriba a lo largo de un valle que sigue siendo muy atractivo. En una época de auténtica explosión en Granada del turismo, del senderismo y del simple placer por el paseo sosegado de miles de ciudadanos, no se entiende bien cómo la gente se conforma con ese brusco final, cómo esa otra corriente que navega hacia arriba por la calle más bella del mundo y la más transitada por los turistas, con hambre de ciudad, de río y de paisajes, asume acabado allí su paseo fluvial. Son muchas las voces de particulares, asociaciones vecinales, culturales y senderistas, entre otras, que reclaman una solución. Lo más urgente es la prolongación de ese camino de los aguadores, literario y cultural del Avellano, icono de la Granada romántica, el arreglo de las tres fuentes, y su enlace con el del Sacromonte. A ser posible deberían también recuperarse las veredas semiperdidas que antaño subían por las márgenes del río hacia Jesús del Valle (y desde ellas a la Umbría del Generalife y el Llano de la Perdiz) hasta el puente de Teatinos (desde ahí el sendero está mejor). En definitiva, es necesario mimar más ese entorno fluvial sacromontano cultural y natural, antesala del río que baña solo unos metros más abajo el excepcional enclave Patrimonio de la Humanidad que es el recinto monumental de la Alhambra y el Generalife, y el barrio del Albayzin.
Parece ser que la situación puede dar un giro favorable en un plazo relativamente corto de tiempo. Que hay determinación y, lo más importante, un proyecto dotado económicamente para llevar a cabo las actuaciones necesarias. Si eso es cierto, siento verdadera envidia de los futuros artífices y ejecutores de ese proyecto. La historia les va a ofrecer la extraordinaria oportunidad de prolongar el paseo más bello del mundo varios centenares (e incluso millares) de metros aguas arriba, eso sí con otras vistas y otra personalidad que complementará muy bien a la del incomparable y turístico paseo actual.
Ojalá, dentro de poco tiempo nuestros espíritus, al igual que los de nuestros ancestros, puedan esponjarse de nuevo oyendo el rumor de las aguas del Darro entre las laderas del Generalife y del Sacromonte, camino de Jesús del Valle para los más andarines, a lo largo y ancho de ese valle de Valparaiso.
¡Qué paradoja, que un valle con un nombre tan bonito, sugestivo y evocador permanezca mal comunicado y olvidado por parte de la ciudad de Granada!
De nuevo me quedo sin palabras. Un texto genial y un tema que requería firmeza a la hora de reclamar. Es una reflexión importante y sincera, todos deberíamos aprender a valorar lo que tenemos, puesto que muchas veces lo cercano nos queda demasiado lejos en el respeto. Aprendemos cada día de un grande. Espero que hayáis disfrutado de este post y valoréis mejor cuánto importa el agua en nuestras vidas. ¡Un fuerte abrazo!
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Muy buenas de nuevo! Hoy es miércoles de Nochebuena, víspera de Navidad! Queremos desearos mucha paz y felicidad con vuestros seres queridos y recuperar para vuestro disfrute una bellísima entrada que reposteamos desde Paisajes del Agua sobre el río Cacín. Como sabéis, los escritos de Antonio Castillo son especialmente emotivos, experiencias de vida. Espero que disfrutéis tanto como yo de ella ya que se trata de un río emblemático y especialmente bello. Un abrazo a todos!
Río Cacín aguas abajo del embalse de los Bermejales
Escrito por Antonio Castillo Matín
El río Cacín (Granada) atesora un desfiladero sorprendente y bellísimo, hundido en el paisaje aguas abajo de la presa de los Bermejales. En ese sector, el río excavó las areniscas marinas del Mioceno de la depresión de Granada. Las mismas rocas en que están tallados otros cañones fluviales de Granada, como los de los ríos Genil, Aguas Blancas o Alhama de Granada, por citar algunos de ellos. En el río Cacín, el cañón es practicable para el senderismo (con algunas dificultades), lo que no es frecuente que ocurra. El trabajo de acondicionamiento de su senda (con puentes y cuerdas de apoyo) fue llevado a cabo hace poco tiempo, según tengo entendido, por una escuela taller de la zona, actuación absolutamente encomiable.
A pie de agua, sepultados por verticales farallones de piedra, son muchos los rincones, recodos y paisajes que con seguridad despertarán admiración y sorpresa. Este de la foto es uno de mis preferidos, el elegido para extender el mantelillo y echar la merienda cuando paso por allí, generalmente acompañado de buenos amigos.
¡Qué placer ese de compartir Naturaleza y Amistad!, y si es junto a unas buenas viandas y un buen tintorro, mucho mejor. El sitio se encuentra en el último tramo del cañón, cerca del conocido como “Puente Romano”. En esa parte del río (y durante un buen tramo), la vereda discurre por techos de estratos de arenisca lamidos por el agua, erosionados en V gracias a la menor cohesión y resistencia de niveles ínterestratificados intermedios.
El abrigo rocoso, los bermejos tajos fronteros, acentuados con las cálidas luces del atardecer, las oscuras y misteriosas aguas del río a esas horas que preceden a la noche, y una densa vegetación de ribera, todo ello lejos de caminos y bullicios, invitan a la contemplación, el descanso y la reflexión. De forma circunstancial, el tronco varado en el agua de un viejo árbol traslada nuestro pensamiento hacia lo efímero que es la vida.
Personalmente disfruto mucho de las experiencias y recomendaciones de Antonio y espero poder transmitiros estos momentos y que, si os parece bien, vosotros hagáis lo mismo. Un abrazo fuerte y Feliz Navidad!
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Buenas de nuevo!! Volvemos con un nuevo re-post desde el blog de Paisajes del Agua de Antonio Castillo! En esta ocasión nos habla de como trascurre el otoño en uno de los paisajes de montaña más hermosos de la provincia, ¿te atreves a descubrir cuál es?
Otoño en el río de la Ermita, aguas abajo del Despeñadero
El río de la Ermita tiene muchas cosas interesantes que mostrar. En su cabecera se halla el arroyo del collado del Agua y el manantial de Fuente Grande (de Prado Negro, que con ese nombre tan común es necesario poner apellido), donde brotan aguas frías y puras de las calizas de Sierra Arana. Aguas viajeras, cuyos derechos de propiedad, desde siglos, permitieron su transporte por canal a varias decenas de kilómetros de distancia. A tal efecto, en el mismo nacimiento de Fuente Grande tiene su embocadura la conocida como acequia del Fardes, una obra monumental que llevaba el líquido elemento hasta las puertas de la ciudad de Granada. Un primitivo trasvase de cuencas desde la del Guadiana Menor a la del Genil. Hoy, la acequia no cumple su inicial función por su importante deterioro y por el escaso caudal del manantial, si bien sirve como privilegiada plataforma para un sendero de montañeros y visitantes del Parque Natural de la Sierra de Huétor, donde se localiza este coqueto valle.
La cabecera de la cuenca es abundante en nacimientos, que responden al drenaje de varias “escamas” calizas superpuestas, las cuales se dejan ver en el paisaje como esbeltas muelas y altos farallones, una de las señas de identidad más genuinas de este valle. Son las escamas que los geólogos dieron en llamar las de Despeñadero-Cañamaya. Precisamente, el topónimo del Despeñadero alude a una de esas escamas, otro de los rincones interesantes que conviene visitar, un alto cortado en trancos o escalera por donde se precipitan las aguas nacientes para dar lugar a vistosas cascadas tapizadas de travertinos y viejos musgos. Y, a partir de ahí, transcurre ya un humilde río de apenas 5 kilómetros de longitud (una vida demasiado efímera para un cauce tan bello) hasta fundirse con el río Fardes. En esa confluencia se levantó en tiempos remotos una venta carretera muy conocida, la del Molinillo, por donde después pasaría la carretera nacional de Granada a Murcia y Almería, que más tarde sería abandonada por al autovía (la A-92) que sorprendentemente se trazó por la umbría, la margen contraria. Durante mucho tiempo, la venta fue lugar de parada obligada para degustar jamón, vino y un excelente pan casero. En su añeja barra se acodaban para contar sus lances los pescadores que acudían en busca de las bravas truchas comunes del río. El lugar fue elegido también por el famoso curandero Manuel para alzar allí su choza. Hoy, estos ríos del Fardes y de la Ermita, igual que la venta y la choza, son un espejismo, casi una ruina, de su glorioso pasado.
Pero, dejando atrás estas nostalgias del pasado y si bien la abundancia de caudales no acompaña, el paisaje de este valle sigue siendo realmente sobresaliente. La policromía de su bosque de galería le brindan una rica paleta de colores en otoño. Son entonces muchos los devotos que acudimos allí a empaparnos de sus abigarradas coloraciones, dorados-oro de alamedas y choperas, rojos de espinos, rosales, majuelos y majoletos, anaranjados de cornicabras o rojizos de quejigos. Paleta salpicada con otros amarillos y dorados de fresnos, olmos y sauces, o de árboles de fruto de sus abandonadas vegas, como membrillos, higueras y manzanos. Y todo aderezado con verdes de diferentes tonos, desde los vivos de los pinos hasta los apagados de las viejas encinas, que dominan su bosque, típicamente mediterráneo. Y en las terrazas y vegas del arroyo, alfombras de hojas muertas y otro mundo de color y diversidad, el de las setas, que también tienen su legión de devotos y seguidores.
Sí, este valle de la Ermita es toda una delicia de luces, colores y olores en el otoño, al que es muy recomendable rendirle, al menos, esta visita anual.
Dejo para otra ocasión hablar de las causas de sus cada vez más raquíticas corrientes, en las que antaño nadaban valientes truchas comunes y habitaba el cangrejo de río autóctono.
Es sin duda un paisajes digno de visita y Antonio vuelve una vez más a acercarnos a un lugar de en sueño de una forma sencilla y agradable. Os agradecemos el seguimiento y como siempre, ¡os pedimos que difundáis!
Visita el post orignial y mucho igual de interesantes en Paisajesdelagua.es
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